SANTA COLOMA DE GRAMENET
Hay un aroma festivo de nerviosismo, a las
puertas de unas nuevas fiestas, que se convertirán en dueñas de la ciudad
cuando empecemos a pasearnos, mereciendo todo el cariño de sus paisanos, al
recordar nuestros juegos de infancia que resonaban entre calles y barrios; en
aquellos lugares donde tímidamente los besos daban sus primeros y temblorosos
pasos, allí donde los fines de semana se disfrutaban en pandilla hablando, o
bien, en un campo de fútbol jugando, mientras las parejas dibujaban en el aire
secretos de enamorados; y, aunque no todos puedan estar de acuerdo con este
relato, yo te lo ofrezco como si fuera un emotivo abrazo; porqué, todavía nadie
en este mundo tan desolado, ha conseguido dibujar la luz de esta ciudad y su
maravilloso brillo, dónde me sentía como un explorador cuando era niño, al no
dormir, ni comer, por estar casi todo el tiempo entre los juegos y los estudios
perdido...
De éste modo, me dejaba sin habla espiritual
la arquitectura de su Iglesia Mayor cuando el día estaba acabando, descubriendo
en sus plazas el calor humano, junto al sonido musical de sus mercados, o la
algarabía de sus parques escondidos, con la risa contagiosa de sus niños
alborotando; siempre ha sido un recorrido estimulante llegar a la Fuente de la
Encina para subir al Ibérico Poblado, o caminar por el Parqué Fluvial del
Besos, al caer la tarde mientras los rayos del Sol sobre la superficie del río
se van reflejando, sin olvidarme de los varios colegios que guardan desde la
infancia miles de recuerdos, cuando en el Juan XXIII, Numancia, Salvatella o
Torre Valldovina estudiábamos por citar algún ejemplo; de igual manera
recuerdo, aquellos cines que llenaban de palomitas y caramelos sus asientos
tapizados, cómo los del Principal, el Savoy, el Capítol, el Lux o el Goya ahora
convertido en teatro...
Y que decir de la Plaza de la Vila, cómo
punto neurálgico de celebraciones, copas, bodas y bautizos; y si te parece poca
dulzura la que te rodea por llevar a veces los ojos vendados, fíjate bien en la
mujer colomense de cualquier edad cuando camina con soltura entre el tráfico,
siendo imposible su belleza de igualar o de imitar, aunque intentarán recrearla
famosos pintores en sus cuadros; y quizás, nuestra ciudad no sea la mejor, ni
la más bonita, ni la más conocida, pero es desde chiquitito dónde me he criado,
y he sido padre por primera vez entre felicitaciones de familiares y amigos;
así que, a Santa Coloma de Gramanet le dedico, este diminuto homenaje con el
recuerdo al escribir de mis manos, y te dejo a ti que me estás leyendo de
rapidillo, que la recuerdes como quieras, con nostalgia, con recelo o con el
corazón sorprendido...
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