miércoles, 5 de septiembre de 2018


UNA CARTA, AL TORERO VALIENTE

 
Por la presente:

Me pongo en contacto con usted, esperando por escribirle estás palabras que me perdone, ya que a mi compañero hacerlo le es imposible, por haber tenido un funesto desenlace, y en estos mismos momentos, le cuesta Dios y ayuda respirar por haber caído al suelo muerto de repente; no sé si se habrá fijado alguna vez, qué cuando salimos lanzados del toril al ruedo, no vamos con maldad para dañarle, pero caballero, intente en nuestro lugar ponerse (cosa que dudo, porqué nunca lo habrá hecho ni lo pretende), qué, aturdido por el ruido de la gente que nos mira pasivamente, los toques quejumbrosos de la orquesta que toca a muerte y el Sol que las pupilas llenas de lágrimas nos derrite, pues, uno desorientado y sin apenas aliento se siente; no sabría decirle que sensación me da al verle, ahí de pie de frente, sacando pecho con su traje de luces, que más que traje, parece con tanta lentejuela que le cubre, una procesión de campanillas fúnebre; usted, que se hace llamar torero, parece un tipo valiente, no lo he dudado por un instante, sobre todo, con esa espada que lleva en la mano y chorrea sangre, después de intentar varias estocadas en el cuerpo de mi amigo sin suerte...

Perdónele si le ha manchado su vestimenta tan elegante, con su espumosa saliva llena de amargura y tristeza a partes iguales, y si su capote ha salido perjudicado también de esa ofensa semejante, le pido un poco de paciencia para que cuando su faena acabe, tenga todo el tiempo posible para lavarse; ya veo cómo van sus admiradores a felicitarle por ser tan machote, sobre todo, cuando delante de un toro que medio muerto en la tierra yace, es capaz de darle el toque de gracia con la puntilla, para impedir que la agonía se alargue, sin tener en cuenta las banderillas que con tanta rapidez en el lomo intentó clavarle; que considerado por su parte, al fin y al cabo esto se considera arte, y cómo tal, también tiene guasa que la llamen la Fiesta Nacional al comenzar la tarde; en fin, me voy a despedir para no molestarle, no sin antes recordarle, que quizás la próxima vez sea usted quién no lo cuente, por alguna cornada defensiva que le raje de parte a parte, para que entienda de una puñetera vez, cómo se siente uno por dentro cuando personas de su condición y calaña que se consideran hombres, son más bien despreciables cobardes, convirtiéndose delante del público enfervorecido en auténticos animales...

Atentamente:
El toro enamorado de la Luna...

 

2 comentarios:

  1. Si los hombres , entre los hombres no se tienen piedad entre ellos , qué van a ponerse en el lugar de un toro...más bien siempre se acomodan en el lugar de "Dios" y constantemente tergiversan lo qué ven ,con honor y valentia , insultando su propia inteligencia. Muy buena su carta y humana...pero los toros todavía no han aprendido a leer ni escribir , de modo qué los más "civilizados" continuaran insultando su propia inteligencia , hasta qué razonen y rectifiquen sus propios conceptos de la existencia.

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