LA BELLEZA DE LAS ESTRELLAS
Hay estrellas en el cielo de una hermosura
tan inmensa, que brillan eternamente en la oscuridad del alma perpetua; una
parte de aquellas, hace muchísimo tiempo cayeron a la Tierra, con una mirada
tan radiante, que se convirtieron en carne y hueso hecha hembra; fue tal el
prodigio, que cada una de ellas, es un destello luminoso de diamantes y perlas
que nos seducen aunque no lo quisieran; porqué, en las profundidades de sus
ojos, cientos de océanos desconocidos se multiplican; de sus labios, unas
sinuosas líneas derraman besos y palabras cuando hablan, mientras el pelo puede
convertir a la Noche más celosa con su melena ya sea larga o corta, en un manto
de terciopelo de incalculable belleza; y si te parece poco prodigio semejante
alabanza, fíjate bien en cada arruguita de su cara, o, en cómo puede envejecer
cada curva de su cuerpo con elegancia, dónde los dioses a mano alzada, cosieron
con letras de oro, cada latido de su corazón cuando siendo madres alumbraban...
Por eso, y muchas cosas más, que los ángeles
del cielo se ruborizaban, semejante joya divina, no debería de ser insultada ni
golpeada; y si quieres más detalles, sobre esta obra de arte que camina con sus
sentimientos sin menospreciar a nadie ni nada, mira bien a sus hijos, que
nacieron de su amor con total confianza, y dime tú, hombre incrédulo, si puedes
igualar aunque sea en sueños, semejante don de la naturaleza con su luz tan romántica;
incluso, podrían competir en invierno con la Estrella Polar más lejana, o en
primavera, igualarse a la flor más hermosa con su fragancia, convirtiéndose en
verano en un precioso atardecer de nubes quebradas, o, igualando al otoño con
sus hojas cromáticas cuando andan; de este modo, todas estas estrellas fugaces
de sensibilidad en calma, se convierten en un remanso de paz para los ojos de
lágrimas cansadas y en un deleite de ternura, cuando durante la vida nos
acompañan...
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