UN POEMA ROMÁNTICO
Diosa de la noche, deja que derramen sus
lágrimas desconsoladas, sobre los labios de su fe inquebrantable, para que
puedan dominar las palpitaciones desbocadas, mientras dan calor con sus besos,
a los sentimientos que los enloquece; porque, desde las nevadas cumbres de los
montes, resuena entre ríos y bosques, la pasión desmedida de un eco lejano, repitiendo
una y otra vez al viento su nombre; más, tu piel tan blanca y fina, como la
delicada luz que trasmites, calma en silencio sus ojos llenos de lágrimas, ante
la belleza de tu cuerpo que reluce; y si dicen las poetisas en verso, que el
amor es frágil y etéreo al morir muchas veces en silencio, para renacer más
pasional, dulce y bello, les haremos caso, porque la fluidez de tu plateado pelo,
se convierte en una melena oscura al caer la noche, para vestir al firmamento de
luceros; luceros, que a los románticos deja sin palabras, mientras por los
cuatro puntos cardinales buscan el valor de su alma, y al oído se dicen cosas
bellas, derramando por el acantilado de sus besos el brillo de sus miradas; porque,
de ilusión el Este les seduce y el Oeste la ternura les trasmite, más el Norte
les enamora con dulzura consentida y el caluroso Sur se convierte en dulzura
sin medida; esa dulzura, que les encadena a las caricias de sus manos, que les
encadena a sus maravillosos encantos y les encadena mientras se dedican tiernos
abrazos; así es el influjo de la Luna radiante, que dibuja siempre en sus caras
deslumbrantes, el brillo misterioso de las gemas y diamantes, como un regalo eterno
cuando se miran fijamente, mientras atraviesa con su luz cegadora, a los
enamorados y sus corazones…
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